Una vez más los ciudadanos recibimos las Navidades sorprendidos por la pobreza decorativa y lumínica de una ciudad con 100.000 habitantes y plagada de impuestos conocida en nuestro entorno por su nivel de renta, por el número de nacimientos y población infantil que es referente en Catalunya. El Ayuntamiento, de acorde a su misero presupuesto, un año más nos ofrece la penumbra ambiental ya habitual en las calles de la ciudad y continua con la del ambiente navideño. No solo por la festividad de estos días, donde los comercios de la ciudad esperan con ganas para aumentar las ventas que tanto se nos aconseja el comercio de proximidad. En otros lugares, incluso en Barcelona han comprendido que un poco más de luz y alegría da un poco más de caja que tan necesaria es para el comercio de la ciudad y alegría para los menores y mayores.
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