Durante varios años me ocupé de la supervisión de un servicio público de apoyo a equipos docentes de las escuelas de Barcelona.
La conclusión a la que llegué es que el sistema está desbordado, entre otras cosas por la falta de recursos y por la burocracia.
Los conceptos de aprender y enseñar han cambiado. El modelo de escuela actual cada vez se deteriora más, se priorizan los dispositivos, las reglas, las evaluaciones y muchas veces se olvida de las personas. Es notable el aumento del malestar entre los docentes y la cantidad de bajas, sin embargo la escuela no tiene espacios para la reflexión de la tarea, ningún espacio de supervisión en el que los educadores puedan hablar, ser escuchados, discutir, compartir. Los espacios de tutoría son cada vez más burocráticos, no se escucha al alumno, se lo pontifica, se lo moraliza. Todo el mundo se queja de que las urgencias son otras.
Sabemos en la clínica que hay muchas formas de manifestación subjetiva e inclusive hay formas de no manifestarse. Nos quedamos en el nivel de la conducta, pero nada se sabe de esa persona. Evidentemente con estas cosas no se puede hacer prevención y quizás el hecho trágico del IES Joan Fuster no se hubiera podido haber evitado, sin embargo pensamos que hay dos líneas de trabajo necesarias.
Una: Los recortes de la administración tienen consecuencias. Y el modelo educativo de la educación propuesto por la administración tiene sus consecuencias. En las escuelas debería haber más personal y mucho mejor preparado.
Dos: Un cambio de orientación es necesario. Un cambio que permita que profesionales puedan dar apoyo a los educadores (con el tiempo necesario), que se creen espacios de conversación, que tengan más peso las tutorías convirtiéndolas en verdaderos espacios para conocer a los alumnos y para poder escucharlos.
Mario Izcovich
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